miércoles, 1 de octubre de 2008

Colaboración Intercultural


Sin duda, un rasgo que define las viejas y nuevas sociedades multiculturales son los problemas que dificultan el normal desarrollo de los grupos y las personas: guerras, delincuencia, dependencias patológicas, pobreza y marginación, acosos, fobias, terrorismos, violencias, analfabetismos, enfermedades etc. La solución pedagógica que el mundo se plantea, hoy, para resolver esos problemas, es promover la colaboración. Pero la colaboración no es posible, si no se tiene una percepción clara de la igualdad entre los diferentes grupos étnicos y subculturas de la sociedad.

En este documento se defiende que cuando se colabora en igualdad, el progreso de la sociedad será mayor, cualitativa y cuantitativamente, sabiendo que la concepción actual del progreso esta unida al desarrollo integral de cada persona, a la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos para participar en las instituciones sociales y a la conservación del medioambiente. Es decir, progreso es calidad de vida humana y productividad socioeconómica sostenida.

En definitiva, para lograr el progreso se necesita colaborar en igualdad y para esto último, se necesita percibir a cada persona que forman el grupo colaborador, como un igual en dignidad, pero diferente en competencias culturales y capacidades humanas.

Se suele argumentar que no es posible la igualdad para la colaboración de las culturas si no existe homogeneidad económica y socio-cultural. Nada más lejos del concepto de igualdad cultural. La antropología actual no confunde la igualdad con la homogeneidad. Homogéneo es que todas las personas tengan idénticos recursos, o idéntico género, o idéntica profesión, o idénticas aspiraciones, o idéntico origen étnico, o idéntica religión…. Sin embargo, la igualdad cultural es un valor que se opone a todo intento de homogeneizar el ser humano. La igualdad cultural reclama tanto el respeto por la diversidad humana en todas sus dimensiones, como el derecho a las mísmas oportunidades sociales, políticas y económica. Derecho, este último, sustentado por la idéntica dignidad de la persona.

En consecuencia, colaborar en igualdad no precisa de ninguna condición previa homogeneizante de sus individuos. Sí, necesita unos mínimos que aportar y hacer fructificar en el proceso de colaboración. Esos mínimos comunes, en aquello que se desea construir conjuntamente, pueden ser materiales y/o personales; y se logran compartiendo (nunca exigiendo) lo que se tiene. Así pues, compartir es el primer paso de la colaboración en igualdad. El siguiente paso de la colaboración es el trabajo cooperativo. La cooperación en el trabajo es una actitud que capacita para el progreso, desde la valoración del otro.

En definitiva, la colaboración en igualdad, reclama riqueza de capacidades humanas (más que de recursos materiales), para percibir al otro desde su humanidad. Desde esta percepción se otorga al otro una dignidad idéntica a la propia.

La colaboración en igualdad es posible cuando todo hombre recibe el máximo valor por su condición de hombre y no se le juzga por lo que posee o parece ser. Para ilustra esta posición ética y estética se pondrá un ejemplo. Cuando se trata de resolver un problema que puede azotar a toda humanidad, como es el caso de una enfermedad global, lo más lógico sería poner los medio políticos y económicos para que, a nivel mundial, se uniesen esfuerzos en busca de soluciones. En esta colaboración, cada país aportaría todos los medios humanos y materiales a su alcance, lo que permitiría conocer mejor la enfermedad y la evolución de los tratamientos. Sin embargo, existe la percepción extendida de que las culturas con medios tecnológicos avanzados, creen aportar más que otras, en esta colaboración, por lo tanto, es lógico que se beneficien económicamente de los resultados.

Sin embargo, cuando se descubre un paliativo para la enfermedad: ¿quiénes son los beneficiados? Sin duda las personas que recuperan calidad de vida y las sociedades que recuperan productividad. Si el fruto de la colaboración está al alcance de todos, con independencia de lo que cada país o cultura haya aportado, sin duda, más personas en el globo terráqueo podrán ser productivas en sus distintas sociedades. El progreso de cada sociedad es el progreso de todas las sociedades, por la interconexión que caracteriza el mundo global actual.Esta percepción de que las aportaciones de una determinada cultura, en el seno de una sociedad, es más valiosa que las aportaciones de otras, son percepciones que se mantienen y se fomentan, especialmente en los medios de comunicación de masas.

Hoy en día nadie duda de la necesidad de la colaboración para la resolución de los problemas sociales, políticos y económicos de cualquier sociedad, sin embargo, se mantiene la convicción de que unos grupos étnicos, unas tendencias culturales, son mejores que otras (es mejor lo laico que lo religioso, es mejor la juventud que la vejed, es mejor el nacido que el no nacido, es mejor lo público que lo privado, es mejor el trabajador que el empresario, es mejor la mujer que el hombre, es mejor el nigeriano que el marroquí… o viceversa). Este tipo de percepción cultural, sesgada por las ideologías políticas, supone un empobrecimiento de la sociedad.

Cada persona, cada grupo étnico, cada cultura, cada subcultura, desde una perspectiva crítica, posee valores y anti-valores. Esto es así porque cada cultura es una creación humana y es lo humano lo que la sustenta.

La historia de toda sociedad es un proceso muy largo, donde cada grupo étnico y/o cultura ha ido dejando algo de sí mismo (positivo y negativo). Por ejemplo, para comprender y conocer el pasado y el presente de una ciudad tan profundamente rica como Granada, es preciso conocer que en esta ciudad han existido, y existen, mezclas de distintos grupos étnicos y subculturas: Tartesos, Túrdulos, Iberos, Fenicios, Romanos, Visigodos, Taifas, Ziríes, Nazaríes, Mozárabes, Judios, Gitanos, Castellanos, Vascos, Gallegos, Astures y, ahora, Alemanes, Ingleses, Marroquies, Nigerianos, Ecuatorianos, Argentinos, Mejicanos, Italianos... esta es su riqueza cultural que se hace siempre diversa con la llegada de nuevos emigrantes. Cada una de estas culturas han aportado, y están aportando, algo a la ciudad de Granada, al mismo tiempo, que cada cultura recoge las aportaciones de las otras.

El progreso de cada sociedad es siempre fruto de los errores y aciertos de las diferentes culturas que interaccionan y cuando esa interacción se percibe en condiciones de igualdad, entonces el progreso es pleno y lo errores de unos son siempre compensados por la bondad de los otros. Citando a Lévi-Strauss “La exclusiva fatalidad, la única tara que podría afligir a un grupo humano e impedirle realizar su naturaleza, es la de estar sólo”. Pero un grupo humano nunca está más solo, como cuando se percibe mejor o peor que los demás, en este caso la colaboración se convierte en manipulación y dominación


 
Para pensar:
¿Cuáles son las fases metodológicas de la colaboración?

Para profundizar:
Lévi-Strauss, C. (1996). Raza y cultura. Cátedra

martes, 19 de febrero de 2008

La Reflexividad en Sentido Filosófico-Pedagógico

El término central de la filosofía moderna es "la conciencia", que en su puro sentido germánico es reflexividad o conciencia de darse cuenta de sí mismo, de las propias ideas, de las pasiones, etc; en suma, del propio yo. Ese yo no es la realidad del cuerpo material o psicológico, sino la consciencia de sí mismo. Esa consciencia existe sólo en la medida que el yo se da cuenta de lo que es, de su esencia. Fichte define ese yo como el ser que se sabe a sí mismo, que se conoce a sí mismo. Su existencia no es más que su reflexividad, su frente a frente, consigo mismo. Socrates ya propuso "conócete a tí mismo". Es el "ser-para-sí" de Hegel.

Para la mente mediterránea su primera experiencia es la del prójimo o su yo visto desde fuera. Es el hombre social del foro, del mercado, de la plaza... La diferencia entre el mí y el otro es lo que constituye el yo, por lo tanto, necesita de la relación social para identificar su yo. Este yo consiste en mirar al tu, por lo que el yo separado del tu se queda vacio. Por esta razón, el destierro, o el aislamiento, es una de las penas máximas en las culturas meridionales. La consciencia meridional es un yo que se proyecta fuera de sí "en ficticia duplicación, que hace de sí mismo un amigo exterior y le dirige prudentes amonestaciones y tibias confidencias", afirma Ortega y Gasset. Se trata pues de una reflexividad que se hace en la comunidad.

Sin embargo, el yo que vive en la reflexividad es, siempre, el yo que se alimenta de sentirse a sí mismo, es el espíritu que se recoge dentro de sí mismo. Es el yo pleno de intimidad en fuerza recíproca con la soledad. El maestro Eckhart, en la Edad Media, dice que la auténtica realidad se encuentra no fuera, sino en lo más íntimo de la persona y esa realidad siempre se alcanza tras un desierto silencioso. Leibniz ofrece un mundo de yo intelectuales independientes, que nadie puede penetrarlos: son sus mónadas sin ventanas. Descartes y Kant, definitivamente, se quedan con el yo, centro y periferia de toda realidad. Descartes encuentra el yo junto a la materia. La subjetividad en Kant, es la conciencia que abarca el tiempo y el espacio, incluso estas realidades que sustenta la materialidad está dentro de la conciencia. Kant hace de la reflexividad el sentido de la existencia y sucumbe sólo ante la realidad que se da cuenta de sí misma, es decir, no hay más realidad que la consciencia de la reflexión.

Es fundamental advertir que para que exista esta reflexividad antes, es necesario que la consciencia se haya dado cuenta de que exíste otras cosas distintas a sí misma. La consciencia irreflexiva que siente, prefiere, desea, se interesa de forma primaria y espontánea no es reflexividad. 
 
La consciencia de lo otro y la consciencia reflexiva son dos estadios de consciencia del yo que se necesitan y es necesario cultivar mutuamente para la plenitud del yo. Existe otra reflexividad sin límites, que abarca el yo reflexivo, enraizado en la comunidad, que mira al tu, en el Ser Transcendente. Pero esta reflexividad es tema de hombres, a-temporales, in-condicionados, a-circunstanciales y a-espaciales. Es tema de la Metafísica.

Para pensar:
¿Qué diferencia existe entre reflexión y reflexividad? ¿Qué supone la reflexividad desde la perspectiva pedagógica?

Para profundizar:
Ortega y Gasset, J. (1983). Kant, Hegel, Scheler. Revista de Occidente. Alianza Editorial.